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Anorexia

La Anorexia se caracteriza por un miedo exagerado a engordar y por una distorsión de la propia imagen corporal. Las personas que la padecen se ven y se sienten gordas aunque no lo sean. En todo caso tienen una idea muy negativa y desajustada de sí mismas, y muy en especial de su cuerpo.

 

Tratando de alejarse del volumen corporal, tienden a tener exagerados comportamientos restrictivos frente a la comida (‘Anorexia restrictiva’), realizar exceso de ejercicio físico, vomitar, usar laxantes, y otros medios (‘Anorexia purgativa’) para bajar de peso. Casi siempre mantienen como prohibidos una serie de alimentos, generalmente los más calóricos, y pueden ser muy rígidas en la selección de los que se permiten comer y en sus cantidades. Es como si olvidasen que es obligado comer para estar vivo y a menudo sienten que comer sólo sirve para engordar.

Como consecuencia, se producen diversos efectos, como un excesivo y visible adelgazamiento, pérdida de la regla, caída progresiva del pelo, sequedad en la piel, hipotermia, etc. Ya la simple pérdida de la menstruación evidencia que ese cuerpo (más aún siendo joven) está biológicamente debilitado de forma importante. En fases más avanzadas puede derivar hacia un cuadro de fuerte desnutrición, que puede poner en peligro gravemente la salud por problemas de corazón y de la circulación, desequilibrios hormonales severos, pérdida de masa muscular y ósea, etc.

 

Actualmente la Sanidad Pública y muchos centros privados prácticamente garantizan la recuperación de la desnutrición y la eliminación de riesgos físicos importantes; aunque hay otros síntomas muy perjudiciales como las autolesiones y las ideas e intentos de suicidio (por suerte, casi siempre muy poco realistas y poco efectivos) más complicados de controlar.

 

Es muy frecuente que la Anorexia se de en personas muy sensibles e inteligentes, responsables, destacadas en sus estudios o su trabajo, que suelen tomarse de forma excesiva, mostrando un típico perfeccionismo, con dificultades para la espontaneidad y la comunicación. El concepto y la imagen que tienen de sí mismas, que tanto les preocupa, contrasta mucho con el que tienen quienes las conocen.

 

El ‘cambio de carácter’ que también conlleva produce en la persona una necesidad obsesiva de perfeccionarse y de controlar todo lo que le importa, en primer lugar su cuerpo, que quiere mejorar adelgazándolo sin poder reconocer un tope. Su vida cotidiana se convierte en un conjunto de obligaciones, con síntomas obsesivos algunos de los cuales pueden  manifestarse como rigidez u obstinación. Éstos, sumados a las buenas cualidades y rendimientos que suelen tener, acaba produciendo una fachada que puede enmascarar una gran inseguridad, falta de autoestima y sentimientos depresivos, que subyacen poco visibles.

Todo esto es fruto de una identidad propia insuficiente y muy desvalorizada que se expresa en la persistente distorsión de su imagen corporal. Y es para contrarrestar ésta que mantiene sus obsesiones perfeccionistas, con la obstinación por la delgadez y los recortes en la alimentación en primer lugar.

Su talante suele ser inhibido y reservado, les disminuye o desaparece el deseo sexual, y tienden a recortar muchas de las relaciones sociales. En sus relaciones de convivencia, o cercanas, a menudo se crean tensiones y distanciamiento. En uno u otro grado siempre tienden a vivir las propuestas de otros como intrusión, lo que hace difícil que se dejen convencer o ayudar y, por tanto, iniciar lo tratamientos.

 

Éste complicado y rico mundo interno requiere un tratamiento muy individualizado y en profundidad para poder ser reestructurado. Aunque es muy frecuente que al principio del trastorno se quiere ocultar y se ofrece resistencia a entrar en los tratamientos, una vez iniciados estos, suelen aceptarlos mejor y ser más responsables y constantes que otros cuadros de TCA.